¿Cómo nos afecta la cultura de la inmediatez y la gratificación instantánea?


La impaciencia e inmediatez está en (casi) todo nuestro día a día.
Hablo de esa impaciencia tras la espera de un pedido, o cuando leemos algo muy rápido y la comprensión lectora se desvanece o la frustración que sobrellevamos les creadores de contenido, que tenemos que crear cada vez más en menos tiempo para sobrevivir a medias en nuestro trabajo.
La cultura de la inmediatez es un tema donde podríamos mencionar desde las peleas de Twitter hasta la desigualdad económica porque se trata de un concepto que abarca una constante de cada aspecto de la sociedad actual.
De alguna manera u otra todos estos patrones erráticos se relacionan no sólo con la llamada cultura de la inmediatez, sino con la gratificación instantánea o diferida.
Pero debido a lo amplio de los términos y sus connotaciones, mejor enfocarse en dos áreas: cómo afecta estos supuestos comportamientos a las generaciones jóvenes dentro y fuera de Internet, y qué tanto hay de cierto o no en esta “cultura” en comparación a épocas pasadas.
Y si la cultura de la inmediatez, eso de que nos corre una prisa enferma todo el rato por lo que sea, es tan mala como se pinta, o un problema potencialmente denso, ¿qué podemos hacer para combatir este problema?
¿De qué va la cultura de la inmediatez?
La cultura de la inmediatez se puede definir de muchas formas, pero en general la idea del concepto es obvia: que vivimos en una cultura o sociedad donde todo está al golpe de un click, que queremos todo PARA YA y que por lo tanto nos acostumbramos a no esperar, ergo, somos más impacientes y susceptibles a la infelicidad o a la frustración.
Asimismo, cuando se habla de esta cultura se trae a colación dos conceptos más: la gratificación instantánea y la gratificación diferida, que lo veremos más adelante.
Un ejemplo rápido y genérico que quizá te suene familiar:
Antes, para comunicarte con alguien al otro lado del mundo, debías escribir una carta y sentarte a esperar. Hoy, gracias a la tecnología, puedes incluso hacer una videollamada con esa persona en cuestión de segundos.
Porque “la cultura de inmediatez” es un término que ha sido añadido al vocabulario popular gracias a los avances tecnológicos de las últimas décadas. En esencia, Internet y los dispositivos móviles.
¿Y qué riesgos supuestamente conlleva esto? Que entre tanta conexión e inmediatez, nos podemos volver no sólo más impacientes sino infelices.
En 2012 el Pew Research Center vaticinaba una creciente impaciencia e incapacidad de concentración para el 2020, sobre todo entre la generación zeta.
Una muestra de tal impaciencia también se visualiza en los hábitos de búsqueda en Internet: el usuario promedio suele leer tan sólo el 20 % de las páginas web que visita, y esto es así desde hace bastante tiempo, como bien dice un estudio de la consultora tecnológica Nielsen Norman.
Entre redactores de contenidos como una servidora a esto se le conoce como “escanear”: se lee a medias buscando una respuesta facilona y rápida a lo que sea.
Por cierto, la gente de mi oficio también son víctimas de la inmediatez: al servir a patrones que requieren mayor contenido en menos tiempo, se consigue textos que muchas veces pueden ser menos interesantes.
¿Cultura de la inmediatez o del consumo y de la mediocridad?
Imagínate esto: empiezas una serie y ya la quieres terminar para estar al día con la otra que ha salido, mientras que las ves piensas en adelantar trabajo para luego descansar y al descansar… Piensas en que te toca trabajar más.
Nos corre mucha prisa, sí, pero como ya se puede intuir, todo esto tiene que ver con el sistema en el que vivimos.
Es decir, a producir muy rápido, a mayor cantidad, a costa del ciudadano de a pie y reduciéndose, por supuesto, la calidad final del producto.
Por dar tan poco tiempo es que podemos ver efectos especiales tan ridículos en películas millonarias e incluso errores garrafales en la redacción de noticias, revistas, etc.
Correctores, editores u otros profesionales a día de hoy tienen muy poco tiempo para ofrecer contenidos en condiciones.
El jefe lo pide para ya. Y con esto, trabajadores del mundo editorial o cinematográfico u otra industria, tienen poco o nada que hacer.
En YouTube e Instagram es más de lo mismo: parece que si no te mantienes con vida las 24/7 el algoritmo te aniquila.
Bajo este esquema, es duro mantener la calidad, aunque no imposible. Y por supuesto, hay muchos trabajos allá fuera donde la oportunidad siquiera de ofrecer calidad y espacio al trabajador es un elemento que brilla por su ausencia.
¿Qué tanto de esto es real?
Es real. Obviamente, debido a la magnitud de la idea expresada se puede caer en simplificaciones.
Sea como fuere, esa es más o menos la idea general que se tiene de la cultura de la inmediatez y que su principal pecado es no dejarle espacio a la espera, que hay muchas cosas buenas en la vida que deben esperar.
Lo que es cierto es que cuando se habla de la cultura de la inmediatez muchas veces se trata de un concepto usado por gente que sólo da opiniones subjetivas muy condenatorias sobre la sociedad actual, pero dándole un aire de análisis cultural serio e incluso idealizan el pasado en el proceso.
Dicho en cristiano: es el clásico sermón del “¡ahora todo lo quieren fácil, esta juventud es floja y sufrida!” sólo que dicho con palabras más elegantes.
Ahora, el concepto es rescatable ya que expone una consecuencia de un problema real como lo es el modelo de producción bestial acelerado y cómo eso nos afecta.
Así, toca preguntarse: ¿realmente somos más impacientes e infelices ahora en comparación a otros tiempos? ¿Y de ser así qué tanto influye la inmediatez en ello?
Somos más infelices por muchos motivos
¿Somos más impacientes e infelices? Sí y no.
Hay muchas razones por las que la sociedad podría ser más frustrada e infeliz. Guerras, recesión mundial, cambio climático, lobby anti-LBTIQ+, etc. Ok, pero ¿la cultura de la inmediatez influye en la infelicidad de las personas?
No hay estudios que midan la relación entre ambos elementos.
Lo que sin duda se ha estudiado hasta la saciedad es el fenómeno psicólogo de fondo en esta susodicha cultura: la gratificación instantánea, que puede influir en la disminución de la concentración, por ejemplo.
Se sabe que a veces las redes sociales son una forma de escapismo para quien tiene ansiedad social u algo parecido, pero tales espacios les empeora la sintomatología porque, sin las herramientas adecuadas, pueden compararse con lo que ven ahí, o se vuelven dependientes de la aprobación del resto y necesitan dedicar cada vez más tiempo para obtener el mismo grado de satisfacción.
Esto sería, salvando las distancias, “una adicción” a las redes que se nutre de lo instantáneo y de una sintomatología previa alrededor.
Hay mucho en juego para comprender la infelicidad e impaciencia de estos días, aunque la inmediatez de la vida puede tener un peso relevante en ello. E irónicamente, aunque todo esto suena a que estamos en una época muy deprimente, estamos en la etapa menos violenta de nuestra historia.
No se nota porque hay un par de sesgos que nos ciegan para visualizar este hecho. Verbigracia:
En 1980 no había tanta exposición a la salud mental como la hay hoy, por lo que podríamos pensar que en esa época estábamos más estables.
Plot twist: Lo que pasaba era que quien estuviera pasándola fatal no importaba tanto como ahora, puede que más de alguien con una sintomatología clara jamás llegase a saber qué tenía.
Si aún hoy se incita a ocultar la cara fea de la infelicidad y sus tristes razones detrás, imagínate hace veinte o treinta años.
Con la impaciencia, es verdad que ya no tenemos que esperar mucho por nada, sobre todo si eres de primer mundo y clase media.
Y sí somos más impacientes, pero más que empezar a echar de menos el enviar cartas a otra parte del mundo debemos aprender a desconectar. Y eso no es fácil. La impaciencia se puede agregar a una larga lista de comportamientos más o menos típicos entre las problemáticas contemporáneas relacionadas con la salud mental.
No es un problema per se, es parte de los síntomas de un problema y eso es una diferenciación importante.
Además:
No porque la paciencia o la espera haya sido más frecuente antes significa que tuviésemos más paz o felicidad, sólo otros líos alrededor.
Los pros y contra de la gratificación diferida… E instantánea
La gratificación diferida es un concepto de larga data entre analistas de la conducta que trata sobre unas de las mayores características de autorregulación de una persona: la espera, la paciencia, el comprender que, en lugar de tomar decisiones basadas en obtener un beneficio inmediato, se puede conseguir un resultado más grato con esperar un poco más.
El estudio que puso de moda este concepto a la cultura popular fueron los que se hicieron como seguimiento a los experimentos de los malvaviscos de Stanford en 1970, donde se les prometía a un grupo de peques una doble porción de malvaviscos con tal que esperasen quince minutos. Si no lo hacían, se quedaban sólo con un malvavisco.
Los resultados de los estudios de seguimiento de los años posteriores notaron que de estos grupos de chicos, quienes esperaban por los dulces les iba mejor en todo: mejores trabajos, mejores relaciones interpersonales, etc.
A quienes se les ocurrió quedarse sólo con un malvavisco porque no quisieron esperar, bueno… Por poco concluyen que eran almas perdidas.
¿De veras se puede predecir tanto del futuro de alguien porque a los cinco años decidió comerse el postre lo más pronto posible?
Sí, más o menos. Aunque está lejos de ser un cuestionario profético, ayuda a entender el alcance que tiene la calidad de la infancia ya una vez estando en la adultez.
Dejando de lado las generalizaciones rancias, sí es verdad que la gratificación diferida, así como todas las cualidades de la autorregulación, son una virtud que trae beneficios a la vida de cualquiera.
Digamos que es el equivalente a “comer sano y tomar agua” de la salud física pero para la salud mental.
Lo que es la impulsividad, tentarse a las emociones y a lo automático es lo que está del “otro lado”: la tan mencionada gratificación instantánea.
Esto, cómo no, tiene matices: no todo lo instantáneo o la espontaneidad en la conducta es insano. A veces puede ser necesario.
La impulsividad puede ser necesaria, del mismo modo que la ira o la tristeza. Para hacer catarsis, para valorar y propiciar cambios que de otra forma no vendrían. En fin, no es blanco y negro.
Si la gratificación instantánea tiene tan mala fama es porque, como vimos, es la constante psicológica de fondo a lo que llamamos cultura de la inmediatez.
Y estar en una sociedad donde esta constante está en todos lados y donde sea, sí que tiene consecuencias.
Todo a un click pero… ¿Y la calidad del consumo?
La cultura de la inmediatez o la gratificación instantánea ayuda muy poco a dejar espacio para el análisis. Para pensárselo dos veces.
No es como que el pensamiento crítico haya sido más popular antes, ni de lejos. Siempre fue y será impopular, me temo.
Sin embargo, sí se puede comprender que los mecanismos internos con lo que se regula el Internet en general, son nuevas tecnologías que, sin las medidas adecuadas, podrán manipularnos.
Y parte de esta manipulación tiene como aliada la inmediatez con la que nos manejamos día a día, incluso fuera de las pantallas.
Así que con este nuevo ambiente debemos ir con cuidado. No bajar la guardia.
Las redes sociales están construidas bajo esta premisa: lograr que el usuario se quede la mayor cantidad de tiempo, así sea a costa de tragarse mierda.
Los motores de búsqueda, o sea, Google, Bing y compañía, como las redes sociales más populares desde Reddit a Tiktok, construyen adrede sesgos algorítmicos, es decir: crean una burbuja donde el usuario vea limitada su cosmovisión del mundo.
Se recomienda una y otra vez lo que a éste ya parece gustarle, al tiempo que se incita a no tolerar nada que se salga de su círculo.
Quedémonos en que las webs que solemos visitar hacen todo para atraer nuestra atención y lo suelen hacer bastante bien. Y entre sus fieles amigas está nuestra necesidad de gratificación instantánea.
Un síntoma más de una sociedad quebrada
Desde información falsa a caer en posiciones argumentativamente frágiles por presión social, son conductas comunes aunque erráticas, que serían menos frecuentes si tuviéramos más tiempo (y la paciencia y ganas) para pensar un poco mejor.
Desmentir las noticias falsas cuesta muchísimo más que crear una información maliciosa.
Debatir desde el respeto o, por lo menos, presentar tu posición ideológica con unos argumentos estructurados y convincentes, es mucho más difícil que simplemente transmitir un quejido disimulado sobre la gente que odias, con parafernalia facilona para recibir la aprobación de tus seguidores.
Reflexionar e informarse bien toma tiempo y nos hemos metido en una dinámica sociocultural que es reacia a ello.
Conclusión: Cuestiona. Sí, y empieza contigo
Sin necesidad de ir tan lejos, pensémoslo un momento:
¿Cuántas veces leemos un artículo completo en Internet (y bien leído)? Es más, ¿leíste todo este artículo?
¿No es casi idéntica toda la gente que seguimos en la web en cuestión de estética, intereses e ideología?
¿No sueles sentir que debes responder cada mensaje de inmediato?
El autocuestionamiento es crucial.
Es difícil saber a ciencia cierta cuán profundas son las consecuencias culturales positivas o negativas del funcionamiento interno de las redes sociales e Internet en general porque, además de ser tecnologías muy recientes, hay bastante heterogeneidad, y del mismo modo, los estudios hechos hasta el momento son inconclusos o varían de acuerdo a las temáticas y poblaciones.
Algo es seguro: se produce a gran escala una cantidad insólita de productos con unos estándares de calidad, cuando menos penosos, incluso desde las más grandes esferas. O quizá sobre todo desde ahí.
Las Big Tech y el modelo económico predominante se nos está saliendo de las manos. Costándonos la paciencia, el tiempo o quizá mucho más común y sin que nos percatemos de ello, el pensamiento crítico, que tanta falta nos hace.
FUENTES:
“Voter manipulation on social media now a global problem, report finds”: https://techcrunch.com/2019/09/26/voter-manipulation-on-social-media-now-a-global-problem-report-finds/?guccounter=1
“The “Majority Illusion” in Social Networks”: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0147617
“Social influence and unfollowing accelerate the emergence of echo chambers”: https://link.springer.com/article/10.1007/s42001-020-00084-7#ref-CR1
“What’s So Bad About Instant Gratification?”: https://daily.jstor.org/whats-bad-instant-gratification/
“The Culture of Speed: The Coming of Immediacy (Publicado en Association with Theory, Culture & Society)”: https://www.amazon.co.uk/Culture-Speed-Immediacy-Publicadas-Association/dp/1412912032
Instant Gratification: What Is It and Why Is It a Problem?: https://gamequitters.com/instant-gratification/
“Millennials will benefit and suffer due to their hyperconnected lives”: https://www.pewresearch.org/internet/2012/02/29/millennials-will-benefit-and-suffer-due-to-their-hyperconnected-lives/
“Instant Gratification & Its Dark Side”: https://www.bucknell.edu/news/instant-gratification-its-dark-side
“How Little Do Users Read?”: https://www.nngroup.com/articles/how-little-do-users-read/
“Problematic Social Networking Site Use and Comorbid Psychiatric Disorders: A Systematic Review of Recent Large-Scale Studies”: https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyt.2018.00686/full
“Social Networking Sites, Depression, and Anxiety: A Systematic Review”: https://mental.jmir.org/2016/4/e50
que excelente artículo