Capítulo 5 perdidos 

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Bajo la claridad de la luz, el color gris de los ojos del chico parece casi opaco, sin vida y que tenga en el ojo derecho un moretón del tamaño de una manzana no le ayuda para nada

Pero a pesar de eso ,su mirada luce quebrada y llena de tristeza. Mi mirada se desvía un segundo de él para viajar hasta el reloj de pared que marca que son las 9 pm, el chico se mueve incómodo en el asiento y mis ojos por inercia viajan en un segundo de nuevo a él.

— Estoy esperando una respuesta — sentencio seria, no debo mostrarme débil ante él — ¿Dime quién eres?

La mirada del joven deambula un segundo por la sala para luego volver a recaer en mí, toma una bocanada de aire y arruga el rostro por el dolor.

— Está bien, me llamo David…

— David ¿qué? Eso no me dice nada sobre ti, dime ¿qué te pasó?— la urgencia de mi tono, lo hace dudar.

— ¡Aaaaaag!— se queja entre dientes al moverse — mi apellido no importa demasiado ¿cierto? Me han asaltado, me quitaron la moto y me han dado una golpiza que casi, me manda al otro mundo— sus palabras suenan tan creíbles y tan sinceras pero no me engaña fácilmente, puedo notar como sus pupilas se dilatan con cada una de sus palabras.

— ¡Mientes!— reconsidero volver a tomar el cuchillo, extiendo mi mano hacia el filo del arma, los ojos del chico siguen con cautela los movimientos de mi mano, pero solo dejo la mano sobre el mango del cuchillo — te daré otra oportunidad o llamaré a la comisaría.

— ¡Te estoy diciendo la verdad! ¿No me ves que estoy todo golpeado?— se defiende el chico pero sus pupilas se vuelven a dilatar, dejando en claro su obvia mentira.

— No mientas, sé cuándo lo haces , tu propio cuerpo te delata, pero si no quieres decirme la verdad me temo que tendré que llamar a la policía— Tomo mi celular y marco al número de la comisaría local, empieza a sonar el timbre de espera.

— No, no ¿estás loca? No los llames— se agita e intenta acercarse a mí, pero mí agarre en el cuchillo se endurece y él lo nota, apartándose de mi.

— ¿Por qué? ¿Tienes algo que ocultar? ¿Eres un criminal acaso?— le digo mientras el tono sigue al teléfono.

— Está bien, está bien te diré la verdad pero por favor, cuelga esa llamada ¿te lo pido?— la súplica del David esté ,suenan tan sinceras y urgidas que termino colgando la llamada.

— Ok, te escucho.

— Es cierto, te mentí— sus ojos bajan hasta sus manos que juegan nerviosas, a pesar de su aspecto de hombre , luce como un cachorro herido y asustado en este justo momento — Si, me llamo David Sánchez, pero no creas que soy un criminal, bueno… Para algunos si lo soy y a veces siento que tienen razón. Soy inmigrante Venezolano y como muchos aquí soy indocumentado, soy huérfano de papá y mamá, mi madre murió en Venezuela y mi padre me trajo con él a este país, como ninguno de los dos tiene documentos, la vida ha sido muy dura para ambos, mi padre se metió en negocios ilegales con personas que no debía, todo para poder darme una vida mejor a mí y eso mismo por desgracia ,fue lo que lo llevó a ocupar un espacio entre el cementerio— una lágrima se escurre por su párpado inferior y recorre su rostro hasta caer al sofá — Eso fue ya hace unos meses atrás y desde entonces estoy solo, en un país que no conozco, me sacaron a la calle por no poder pagar las cuenta de la pensión en dónde estábamos y no tengo forma de volver a mi país, he pasado semana viviendo a base de cosillas que he robado por allí y durmiendo en dónde me agarre la noche— su mano izquierda sube hasta su nariz para limpiarla— hace ya cuatro semanas que busqué a unas personas para que me prestaran dinero, no eran personas del todo confiable pero en mi condición, no es que tenga tantas alternativas. Y como ha de esperarse, no he podido pagarles, ni un solo dólar, así que el sujeto que me prestó ha mandado a sus matones para que me dieran una lección y para darme la noticia de que si en un mes, no le pago lo que me prestó, más los intereses , bueno, acompañaré a mi padre en la fosa común.

Tanto las palabras como los ojos del chico se quebraron en mil pedazos, que de una a otra manera, se colaron hasta mi pecho y se clavaron como sanguijuelas a mi corazón.

El chico limpia la mugre de su rostro suavemente, me imagino que ha de dolerle todavía, tanto golpes que debió haber recibido no solo lo físicos que puedo notar en su piel, sino también aquellos que no veo en su corazón.

Mi mano se retira del cuchillo y justo ahora tengo sentimientos encontrados, me he quedado sin ideas, sin palabras, sin saber que hacer o como reaccionar, cada una de las palabras que ha dicho este joven son totalmente verdaderas, no en ellas ni una pizca de mentira y odio que sea así.

¿Qué se debe hacer, en una situación como está? ¿Qué dicta la moralidad y el sentido de humanismo, sobre que debería hacer? No, la pregunta correcta es: ¿Qué dicta mi corazón que debo hacer?

Cada parte de mi ser, se siente identificada con éste chico, cada parte de mi ser me ordena hacer algo pero mi mente desconfiada, esa parte de todo ser humano, que por inercia nos hacer dudar, nos hace pensar dos veces las cosas, nos limita y nos protege de cometer errores, me dice otra cosa.

— ¿Así que eres huérfano? — es lo único que se me ocurre decir, para cortar el silencio incómodo que se ha creado.

— Si, desgraciadamente— responde él, viéndome a los ojos con esas iris grises.

—¿ Qué hacías en ese estacionamiento, en primer lugar?— aún tengo dudas que quiero aclarar.

— Los matones esos me raptaron unas avenidas más abajo y me llevaron hasta ahí para dejarme, bueno, así— David se remueve incómodo en el sofá.

— ¿Por qué no quisiste que llamara a la policía? ¿O al menos el hospital?

— Un ladrón como yo e ilegal en un país extranjero ¿qué crees que me pasaría, si me llevas a una comisaría? — mi celular vibra por la notificación de un mensaje— lo más probable es que me encierren en una cárcel, en dónde terminaré pudriéndome y si por misericordia de dios, llegara a salir en un futuro no tan cercano, mi vida se habrá arruinado, nunca podría tener una carrera, un buen trabajo, no podría volver a mi país con la frente en alto, seré solo un perro de calle que nadie querrá y no me veo siendo eso, no deseo ser eso, no quiero terminar peor de lo que estoy, he luchado por sobrevivir en este lugar y no quiero que el sacrificio de mi padre, sea en vano. Sé que mi padre no es un santo, pero todo lo que hizo, lo hizo por mí y aunque se lo agradezco, no quiero seguir sus pasos, quiero superarme y detrás de unos barrotes de hierro, no podré hacerlo.

— Entiendo, has pasado por demasiado— eso fue lo que necesité, para que sus palabras se incrustaran en ese estúpido órgano que se encarga de bombear sangre a mi cuerpo— ¿Cuánto dinero debes?

Esa pregunta no fue formulada por mi parte lógica, más bien por la sentimental, no la controlé, solo salió y ya.

— Dos mil dólares y más los intereses son como tres mil— mis ojos se abren como platos al escuchar esa cantidad de dinero, eso ni siquiera lo cubro con el sueldo de un mes.

—¿Y que ibas hacer con tanto dinero?— mis preguntas veo como lo incomodan, pero lo menos que puede hacer es responderlas, yo soy la única loca que lo recogió de la calle y lo trajo hasta su casa.

— Pensaba pagar con eso, para que me llevaran a mi país, pero los tipos con quién hice el trato me estafaron y me quitaron mil quinientos, los otros quinientos los he gastado en comida, hospedaje y agua, me cansé de vivir en la calle y aunque sea unos días bien, no me harían daño, igual dentro de un mes lo más probable es que esté muerto, sino cancelo y sé que no lo lograré, fui un estúpido por meterme en esa cuenta desde un principio, solo yo pensé que podría pagarlo.

—Ok, ok ,ok ,David ¿estúpido? Si eres, pero no creo que te debas de rendir aún, tal vez puedas pagarlo, con demasiado esfuerzo y trabajo obviamente— la parte más madura de mi, sale hacer su papel.

El chico no me ve a los ojos, en cambio su mirada vuelve a divagar por el lugar.

— ¿Por qué me trajiste a tu casa? Pudiste tan solo haberme dejado tirado, no tenías ninguna obligación de ayudarme — su voz suena un poco más recuperada.

— Digamos que la estupidez es algo que tenemos en común. Pero bueno, tampoco soy una maldita insensible, así que espera aquí — le digo mientras me levanto y camino hasta el baño, me dirijo hasta el lavabo y saco debajo de este el botiquín de primeros auxilios y vuelvo hasta el sofá — Si quieres no morirte, debemos empezar por curar esas heridas.

— ¿Qué? ¿Me vas a curar?— dice totalmente confundido.

— Si, ¿qué parte de curar las heridas, no escuchaste?

— No tienes porque hacerlo, podría irme, es más deberías haberme corrido.

— La mayor locura era traer a un loco a mi casa y eso ya lo hice, así que te cure, no tiene nada— saco las gasas, el agua jabonosa y el alcohol para limpiar sus heridas— es más, van hacer las diez de la noche, así que no es como que puedas ir a otro lugar, ¿a no sea, que quieras dormir en tu estado debajo de un puente? Así que déjame ver esos moretones.

Me acerco a la cara del chico con un algodón mojado en alcohol, el contacto del líquido con su piel le hace dar un alarido de dolor.

— ¡No seas llorón! Aguantaste una golpiza y vas llorar por un poquito de alcohol.

— Pero me duele, no seas tan rústica.

David aprieta los ojos en señal de dolor, no me detengo en mi avance por limpiar toda su cara, él se queja varias veces pero no me doblego.

— Deja de quejarte, no te puedo limpiar— le reclamo , pasando el agua jabonosa por su piel.

— No, no lo hagas , me quiero quedar así— me dice tratando de apartar mis manos pero no lo dejo.

— No seas tan cobarde, déjame terminar de limpiar.

Luego de varios minutos insufribles de quejas, lloriqueos, forcejeos, muchas gasas, algodones, alcohol y curitas, termine de curar al llorón sobre mi sofá.

 Escucho las tripas de David rugir por lo que supongo debe ser hambre y las mías se sincronizan, rugiendo también.

— Debes tener hambre ¿cierto?— le pregunto apartándome de su rostro y tomando asiento a su lado.

—No, no tranquila, ya hiciste suficiente — dice tratando supongo de ser gentil.

— No digas que no , que tu barriga esta sonando— me levanto del sofá para caminar a la cocina y calentar en el microondas, unos rollitos de sushi que habían en el refrigerador.

— No es necesario, yo ni siquiera debería seguir en tu casa aún, es más me voy —dice el chico en un intento de levantarse.

— Ni se te ocurra levantarte de ese lugar— lo amenazo con una mirada tan filosa como mi cuchillo— ¿sabes qué? No estaba en mi agenda de hoy, encontrarme a un chico medio muerto en la calle y mucho menos que ese sujeto terminara en mi casa, pero ya pasó, ya estás aquí y desgraciadamente con todo lo que me contaste, me pusiste el corazón blando, así que tú te quedas ¡oíste!

La mirada del chico se abre al escucharme, ni yo puedo creerme el tono de autoridad con el que hablo.

— Mira te digo, no confío en ti del todo, no sé quién eres y no quiero ser una estúpida por esto, pero no soy una mala persona, no puedo solamente quedarme con los brazos cruzados mientras sé que puedo hacer algo para ayudarte, si te fueras ahora, no podría pegar el ojo en toda la noche con solo pensar que soy una más del montón, que hago la vista gorda ante los problemas de los demás tan solo porque no me incumben— David se levanta con mucha dificultad del mueble y se acerca hasta donde estoy yo— una vez le prometí a alguien que no sería otra pieza del rompecabezas, que no me quedaría más nunca callada y de brazos cruzados, así que, te puedes quedar , podrás vivir aquí unos días hasta que soluciones tu problema.

— Pero… Es que — el chico se queda sin palabras, intenta negarse , sé que quiere hacerlo pero las palabras no terminan de salir de su boca.

— Pero nada David, mira allá está el baño, bueno tu sabes en dónde está — el recuerdo de minutos atrás vuelve a mi corteza cerebral y la sangre busca refugio en mi cachetes, haciendo que me ponga colorada.

— Te pusiste como un tomate…mmm, no se tu nombre — dice él con la mirada fija en mi

Mi cuerpo no aguanta tanta vergüenza dentro de él, creo que toda mi autoridad se esfumó al recordar que hace tan solo minutos, este chico me vio totalmente desnuda.

— ¡Anda a bañarte! ¡Qué apestas! Te quitas esa ropa sucia y yo te buscare algo.

— Pero…

—Vete a la ducha — le digo apuntando con la mano el lugar.

David se da media vuelta para ir al baño, suelto un respiro de alivio al no tener que lidiar con su mirada un segundo más, veo que aún está un poco cojo de un pie y le cuesta andar todavía.

— ¡Hey, David! Soy Alisha, es un placer— él voltea su cara y me regala una sonrisa que lo hace lucir lindo.

— El placer es mío Alisha y gracias — sigue su camino para desaparecer en la puerta del baño.

Suena el microondas y corro a sacar el sushi, busco unos panes para complementar y la cena está lista.

¡A comer! No, tal vez deba esperarlo.

Pero tengo hambre, bueno, esperemos al muchacho.

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María
11 meses atrás

Muy buen cap 👍😃

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