Capítulo 2: Buenas noches

— No puedo más — protesté — ¡me estoy volviendo loca!

— ¿Qué te pasa? — me preguntó Jane

— Tengo que terminar un trabajo de dos mil palabras para mañana y no voy ni por la mitad. — le expliqué levantándome de la silla blanca del escritorio y tirándome sobre la cama recién hecha.

— ¡¡OYEE!! ¡Que acabo de hacer las camas! — me gritó tirándome un cojín a la cara — Para un día que soy responsable y me digno a hacer las tareas…

Llevaba ya mes y medio de vida independiente y me estaba costando tener que buscarme la vida yo sola en absolutamente todo. Antes de mudarme había estado acostumbrada a estar arropada por mis padres. Tanto anímica como económicamente. Cada vez que me agobiaba por los estudios acudía a mi madre para que me ayudara o me tranquilizara. Pero al mudarme sabía que eso no iba a seguir siendo así.

Durante ese mes y medio mi amistad con Jane cada vez iba a mejor. Cada viernes salíamos los cinco al cine, a tomar algo o a cenar — ya fuera a casa de Bryan, Kate y Miller o a algún restaurante de comida rápida. Incluso algunos días pedíamos la cena a domicilio y jugábamos a juegos de mesa en nuestra habitación. Aunque estábamos un poco apretados. Cinco personas en una habitación doble, espacio precisamente no sobraba. — Me lo pasaba demasiado bien con ellos. Sobre todo con Dann, bueno con Miller. Durante ese tiempo no habíamos hablado mucho, pero las pocas palabras que habíamos compartido me había reído como nunca. No se si era cosa mía pero cada vez que hablábamos ambos nos tensábamos muchísimo. Yo como siempre me enrojecía y el siempre se reía de mí. Pero no sabía exactamente por qué nos pasaba eso.

— Jane ayúdame. Te lo suplico. Voy a suspender, me van a echar de la carrera, no voy a poder seguir viviendo aquí… — empecé a dramatizar para captar su atención, pero paré enseguida cuando vi que Jane estaba carcajeándose de mí y apunto de tirarme otro cojín a la cara.

— Amber, lo único que se de derecho es que es lo contrario de izquierdo. Así que dado mi conocimiento sobre ello, no puedo ayudarte en gran cosa. — me dijo yendo al baño para guardar el secador que había sacado para secarse el pelo.

Era ya el mediodía y Jane tenía clase por la tarde. Yo en cambio había tenido solo dos horas a la mañana.

A las cuales no has ido. No te hagas la responsable.

Gracias conciencia, tú siempre tan atenta. Era verdad que no había ido. Pero porque con el trabajo estaba muy agobiada, y me parecía una perdida de tiempo tener que ir únicamente para dos horas a una asignatura inútil. La asignatura en cuestión era: Historia del derecho. ¡Qué poco me gustaba! El profesor se pasaba toda la hora leyendo las diapositivas. Era un aburrimiento. Además, no estaba para perder tiempo. Tenía menos de veinticuatro horas para terminar un trabajo de dos mil palabras, de las cuales tenía únicamente escritas cincuenta.

Por dejar todo para el último momento.

Lo cierto es que me gusta ser organizada, pero esta asignatura la tenía cruzada. No me gustaba en absoluto, y sufría cada vez que tenía que hacer algo relacionado con ella. La estaba dejando bastante apartada —igual se me fue un poco de las manos —.

— …¿te apuntas? — Jane me estaba hablando — en que piensas tanto Amber, o debería decir ¿en quién? — me dijo arqueando las cejas de arriba abajo.

— Perdón, estaba pensando en… — paré de hablar para asimilar lo que acababa de insinuar. La miré arqueando una ceja. — En nadie idiota. Solo en que voy a suspender — dije sentándome en la silla para seguir haciendo el trabajo. — ¿Qué decías?

— Espero que tu negatividad no sea contagiosa — dijo riéndose y abriendo el armario para ver qué ropa se pondría — Te preguntaba si te apuntas a la fiesta del sábado. Esa que Miller ha estado posponiendo una y otra vez porque sus padres no se iban nunca — se rió.

— Madre mía. Ya ni me acordaba de esa fiesta. El pobre Miller la ha atrasado tantas veces que ya la daba por perdida… — me salió una sonrisa. Pero la quité antes de que Jane pudiera verme. Fue en vano. En cuanto me giré para ocultarla, ya tenía a Jane sentada en mi cama para hablar de lo que ella llamaba…

— ¡¡Hora de la “telenovela española”!! — me gritó dando la vuelta a la silla donde estaba sentada y aplaudiendo con las manos ilusionada. — He visto esa sonrisa, así que no intentes negármela señorita— me apuntó con el dedo.

— No se de que sonrisa hablas — dije dándome la vuelta para cambiar de tema — y no hay ninguna “telenovela española” ¡pesadaaa! — miré hacía atrás y vi que Jane seguía mirándome con una gran sonrisa y las cejas arqueadas. La ignoré — Aunque sí. Sí que iré a la fiesta. Me apetece salir y divertirme. Este mes lo más cerca que he estado de una fiesta han sido tus conciertos en la ducha. — me tiró un cojín a la cabeza y empezamos a reírnos.

— Y disfrutas cada segundo, no te hagas la ofendida. — me dijo.

Eran ya las seis de la tarde. Al menos había avanzado un poco con el trabajo — entre nosotros, estuve viendo una serie desde que Jane se fue. Habían pasado tres horas y solo había escrito cien palabras más de las que ya tenía —.

Como siempre que estudiaba tenía los cascos rosas puestos — esos que Mackenzie me había regalado por mi cumpleaños — con una música relajante específica para estudiar. Media hora después me levanté para ir al baño — me empezaba a doler la espalda de haber estado tres horas sentada y encorvada —. Estaba concentrada en la música. Tanto que al volver a mi silla miré al frente y casi me caigo al suelo del susto. Miller estaba ahí, de pie mirándome. — Dicho así da muy mal rollo y parece que estaba ahí plantado como una estatua. Pero todo tiene una explicación lógica —.

— ¡¡JODER QUE SUSTO MILLER!! ¡¿¡COMO HAS ENTRADO!?! — le grité con una mano en el corazón. Aún hiperventilando. Él mientras tanto, se empezó a reír poniendo las manos en alto en señal de “rendición”.

— Lo sieeento Amber. Creía que no había nadie. Jane dejó una copia de llaves en nuestro piso por si alguno las necesitaba— dijo intentado aguantarse la risa. Yo no pude evitar ponerme roja. Como de costumbre.

— ¿Qué haces aquí? — le pregunté pasando por delante suyo para volver a mi escritorio a terminar el odioso trabajo de historia.

— He venido a buscar a Jane, pero parece ser que no está. Me dijo que necesitaba ayuda para editar un video o algo así.

— Está en clase. Hoy le han cambiado el horario y le ha tocado el de tarde.

— Joder. Podría haberme avisado — dijo sacando el teléfono para enviar un mensaje. O eso me pareció. Tras unos minutos en silencio se acercó a donde yo estaba. — ¿Que estás redactando una denuncia por el susto que te acabo de dar? — bromeó.

— De momento no, pero no lo descarto. O sea que no me busques las cosquillas — le dije entonces intentando parecer enfadada. La verdad es que se me daba fatal. —Tengo que terminar un trabajo sobre los malditos visigodos para mañana. Tiene que tener dos mil palabras y solo llevo ciento cincuenta. ¡No puedo más! — me llevé las manos a la cabeza.

Él se acercó y leyó lo que había escrito hasta el momento. No pude evitar mirarle por el rabillo del ojo.

— No está mal

— ¿Qué quiere decir “no esta mal”? — le miré arqueando una ceja.

— Pues que para ser tú, está bien — le di un codazo y él se rió. — ¿Tienes de profesor al señor Adams?

— Sí. A ese mismo.

— Es bastante quisquilloso a la hora de corregir.

No entendía nada. ¿De qué conocía Dann, es decir Miller, a mi profesor de historia? Me quedé en silencio, pensativa, unos cuantos segundos.

— Un momento, ¿¡estudias Derecho!? — le dije casi gritando y con una gran sonrisa. Entonces podría ayudarme con el trabajo. Además, así tenía la excusa perfecta para pasar tiempo con él.

Así que te gusta ¿eh Amber?

Cállate conciencia. No me gusta. Pero me cae muy bien.

— No exactamente. No quería acabar en el psiquiátrico por depresión y duré solo un año. Así que conozco a todos los profesores de las asignaturas del primer año. Luego me metí en la carrera de periodismo.

— Madre mía, vaya ánimos me das.

—¿Quieres que te eche una mano con el trabajo? Así lo terminas y cuando Jane vuelva vamos a nuestro piso a cenar. — me propuso.

— Me parece un buen plan.

Estuvimos dos horas y media terminando el trabajo. Entre medias hubieron algunos que otros roces, bromas, vaciles y risas. Pero finalmente, a las ocho y media de aquel viernes, terminamos. Siendo sinceros, fue Dann, digo ¡Miller!, quién hizo prácticamente todo el trabajo. Mi única aportación fue buscar un par de conceptos y cambiar el tipo letra. Justo en ese momento Jane entró a la habitación. Su cara parecía un chiste.

— Ehh.. ¿qué me he perdido? — nos dijo mirándonos con las cejas en alto, y como no, con una sonrisa ladeada.

— Miller ha venido a buscarte pero como no estabas, se ha quedado ayudándome con el dichoso trabajo. ¿Tú sabías que estudió un año de Derecho?

— Ya… — dijo dejando el bolso en la cama. — Sí, claro. Pero como no era tan listo la dejó — bromeó mirándolo. Miller le tiró un cojín que tenía en las manos a la cara.

— Por cierto Jane, he hablado con los demás y vamos a ir a cenar al piso. ¿vienes no? — le preguntó Miller

— No me lo digas dos veces. Las clases de hoy han sido matadoras. ¡Necesito un descanso! — se tiró encima de la cama dramáticamente.

— Les he dicho a Bryan y a Kate que pidieran la cena para las nueve.

—Perfecto, pues me cambio de ropa y nos vamos — dije levantándome de la cama y dirigiéndome al baño. Llevaba todo el día en pijama y era hora de una ducha. En realidad, no se como no me dio vergüenza que Miller me viera con esas pintas. Supongo que con el susto que me dio se me olvidó.

Al salir de la ducha para cambiarme, Miller no estaba.

— Ha dicho que nos esperaba abajo — me dijo Jane antes de yo preguntar nada.

— ¡No he dicho nada!

— Tu cara lo ha preguntado por tí — vaciló Jane.

Ya listas, bajamos donde Miller nos esperaba. Fuimos en su coche hasta el piso. Cuando entramos un olor a pescado llegó a mi nariz. Mi primer instinto hubiera sido taparme la nariz y simular una arcada. Pero cuando nos adentramos hacia la cocina vi que Bryan preparaba la mesa felizmente. Cuando vi lo que habían pedido intenté poner mi mejor cara. Aunque pareció ser que no lo conseguí dado que Miller se me quedó mirando sonriente.

— ¿Qué Amber? ¿No te gusta el sushi? — me preguntó vacilando.

— Eh.. bueno.. ehh.. si — dije sin saber como decir que no me gustaba. De hecho lo odiaba, era otra de las pocas cosas que compartía con mi padre.

— Mientes muy mal — me aseguró Miller carcajeándose.

— Haber, no es mi comida favorita, desde luego que no, pero bueno…— me daba apuro decir que no me gustaba. Parecía que Bryan lo había preparado todo con detalle.— pero tranquilos me comeré solo el arroz. — Al decirlo, hasta yo me percaté de lo absurdo que sonaba eso—.

— Anda, no digas tonterías. Pedimos algo tu y yo. A mi tampoco es que me encante el sushi — dijo entonces Miller. — ¿Pizza?

— ¡Claro!

— ¿De barbacoa? — me preguntó.

— No me gusta.

— ¡Cómo no te va a gustar la pizza de barbacoa! ¡Qué clase de psicópata eres Amber Smith! — protestó. — Ahora me dirás que prefieres la de peperoni. — hubo un segundo de silencio y mi cara debió de servir como respuesta —. Voy a ignorar este detalle para no tener que dejarte de hablar — ambos nos reímos.

La cena llegó en tiempo récord. Diez minutos. Debió de encargar la pizza de ¡peperoni! a la pizzería que había al lado de su bloque de pisos. Con todo el tema del sushi y la cena no me había fijado en el apartamento. Era un duplex. En la primera planta estaba el salón con dos sofás individuales a los lados y uno grande en medio de estos. Con una pequeña mesa de cristal en medio y una gran televisión en frente del gran sofá. Detrás estaba la cocina donde estábamos cenando. Era muy amplia, con armarios blancos y electrodomésticos de color plateado. En medio de esta había una gran isla de mármol blanco con un pequeño fregadero a un lado.

— ¡Qué rico! — dije cuando llegó la pizza — Que ganas tenía de comer una buena pizza italiana— dije entusiasmada — Añoro las de mi familia.

Los cuatro se giraron hacia mí. Mi último comentario pareció sorprenderles.

— ¿De tu familia? — preguntó Jane.

— ¿Eres italiana? — preguntó también Kate. Increíble pero cierto. Kate hablándome e interesándose por mi vida. Igual sí que le empezaba a caer bien — ¿No eras de España?

— Mi madre es española y mi padre italiano — les dije entonces resolviendo sus dudas y partiendo un trozo de pizza con el cuchillo.— Debería ser un delito no tener un cortapisas decente en casa — bromeé.

— Ahora entiendo porque gesticulas tanto al hablar — se rió Jane.

Me hizo gracia su comentario. Siempre me habían dicho que gesticulaba un montón, y que hacía muchos gestos típicos de los italianos.

— Bueno, ¿podemos comer ya? — protestó Kate.

— ¡¡Sii!! — Jane cogió los palillos chinos y se lanzó a coger la primera pieza de sushi.

Yo me senté al lado de Jane. Cuando me di cuenta de que Miller se había sentado a mi lado, me puse un poco nerviosa. Pero ignoré mis nervios, al fin y al cabo solo éramos dos amigos que nos llevábamos muy bien. ¿No?

— ¿Por qué has desaparecido hoy Miller? — preguntó entonces Bryan.

— Habrá quedado con otra de las mil…

— Había quedado con Jane para ayudarla…— cortó Miller a Kate arqueando las cejas hacia arriba en señal de advertencia. — pero parece ser que no valora mucho mi tiempo —. Miró a Jane con intención de hacerla rabiar y de paso cambiar de tema.

— Oh vamos Miller no te hagas el interesante. Ni que tuvieras muchas cosas más interesantes que hacer — dijo Jane mirándolo con una ceja enarcada.

— Mi tiempo vale oro, mi querida Jane — le respondió con una mueca.

— Pero al final se ha quedado a ayudarme con un trabajo de Historia — dije para evitar que se pelearan. Aunque sabía que estaban bromeando — No sabía que había estado un año Derecho.

— Bueno, estar lo que se dice estar, estuvo. Pero lo echaron por vago — bromeó Kate.

— Oyeee, a mí no me echaron. Yo dejé la carrera porque era muy poco para mi gran inteligencia — respondió Miller, muy digno.

— Claro. Tú sigue diciéndote eso para sentirte mejor — dijo Bryan levantándose para llevar coger cervezas de la nevera y negando con la cabeza y con una sonrisa.

Todos nos reímos. Estuvimos hablando, riéndonos y conociéndonos un poco más.

— Bueno Amber, aunque nos conozcamos desde hace un mes no nos has hablado mucho de ti — me preguntó muy amablemente Bryan.

— No será que eres una espía rusa y nos matarás si lo averiguamos ¿no? — bromeó Miller como de costumbre.

— Sí, así que cuidado conmigo. Soy muy peligrosa — bromeé.

Vamos a tu habitación y te enseño un par de trucos de espías si quieres.

¡CONCIENCIA! En qué cosas me haces pensar.

No me eches a mí la culpa. ¿Tú le has visto?

¿Por qué pensaba esas cosas cuando Miller me hacía alguna broma? Lo cierto es que no era la primera vez que me pasaba. Horas antes, al ayudarme con el trabajo, ya había tenido algún que otro pensamiento subido de tono. ¡Cállate conciencia!

— La verdad es que mi vida no es demasiado divertida. Vivía en un pequeño pueblo del norte de España en el que no caía demasiado bien. En mi primer instituto…— les seguí contando lo de mi cambio de instituto y porque — no todo claro. No me sentía aún como para ser tan sincera con ellos —. También les conté un poco por encima que no caía muy bien en mi pueblo.

Los tenía muy inmersos en mi vida, no hablaban en absoluto. Mientras la contaba se me hizo un nudo en la garganta y me entraron ganas de llorar. No me gustaba recordar lo mal que lo había pasado en muchas ocasiones. Y sobretodo no me gustaba recordar a ciertas personas que me habían decepcionado. Sobretodo ese verano.

— ¿Y por qué Estado Unidos? — se interesó Dann, ¡joder! Miller (me costaba llamarle Miller, me parecía mucho más bonito su nombre)— Aquí hay tiroteos en las escuelas y encima hay huracanes.

— Supongo que necesitaba un cambio de aires. Y desde muy pequeña mi sueño siempre ha sido conocer Estados Unidos. Es un país que me encanta. Y cuando mi instituto anunció que iba a entregar una beca para estudiar aquí a una sola persona de mi curso, estudié como nunca para tener la media más alta. Y bueno supongo que el esfuerzo tuvo su recompensa. — terminé de explicarles. Se me escapó una sonrisa de satisfacción.

— Pues me alegro de que la consiguieras — dijo Jane.

— Y yo — dijo entones Miller. — Ahora nos has conocido a nosotros, sobretodo a mí. ¿Qué más se puede pedir? — me dijo subiendo y bajando las cejas. Le di un codazo y me salió una pequeña sonrisa ladeada. Jane me dio a mí un codazo y me sonrió.

— Eres lo mejor que ha pasado por aquí en mucho tiempo. Y que les den a los de tu pueblo. Eres increíble y no saben lo que se pierden — me animó Jane al ver mi cara de angustia por haberlo recordado.

Nos sentamos en el sofá a ver una película. Esta vez había tocado una de miedo. Jane y yo nos opusimos completamente. Pero no sirvió de mucho, porque teniendo en cuenta que Bryan, Miller y Kate querían verla, nosotras éramos minoría y que estábamos en su casa, no nos quedó más remedio que aceptar.

— Pero por favor una que no de mucho miedo — protestó Jane.

— Que no pesada — protestó Miller moviendo el pulgar en los botones del mando buscando una película en Netflix. — Ya la tengo. Vamos a ver la de “It” .

— Vimis i vir li di it — imitó Jane a Miller — pero ¿ tú has entendido el concepto de “no dar mucho miedo”?

— No seas exagerada, no da tanto miedo.

— No. Solo trata de un payaso que se come a los niños — le dijo Jane indignada.

— ¿Pero da mucho miedo? — dije yo entonces, con voz asustada.

No me gustaban las películas de miedo. Las odiaba demasiado. Había visto una en mi vida y me pase un mes entero durmiendo con mis padres porque me daba pánico dormir sola. Sin contar la vez que solo con contarme lo que pasaba en la película de La Ouija, me pasé sin dormir una semana entera.

— No mucho. Solo ha matado de un infartó a un par de personas — bromeó entonces Miller. Cuando vio mi reacción se carcajeó y con él, los demás — Amber Smith eres demasiado inocente.

Le di un manotazo, nos miramos y sonreímos ambos al mismo tiempo. La película duró demasiado. Podría decir que me pasé más de la mitad del tiempo agarrada a Miller y tapándome la cara con un cojín para no ver nada.

— Se que estoy fuerte Amber, pero me vas a dejar sin músculos como me sigas agarrando con tanta fuerza— me susurró.

— Te aguantas, por querer ver esta maldita película — le dije apretándole más fuerte y dando un grito cuando hubo un susto —. ¿Jane hora de irse a casa no? — miré a Jane con intención de pedir ayuda y de que nos fuéramos a la residencia. Pero se había quedado dormida. ¿Cómo podía haberse dormido? En verdad la envidiaba. Yo en cambio, estaba demasiado aterrorizada como para cerrar los ojos un solo segundo.

Por fin acabó la película. Todos parecían estar como si hubiéramos visto una simple comedia — en realidad me sentí un poco ridícula. Era la única que no podía levantarse del sofá, ni podía soltar a Miller por el miedo que tenía de que de un momento a otro apareciera un payaso y quisiera comernos.

— Amber pareces asustada — bromeó Bryan.

— ¡Cuidado Amber, un payaso a tu lado! — soltó Kate, refiriéndose a Miller. A él no le hizo mucha gracia, pues le lanzó un cojín que le dio en toda la cara.

Eso me hizo reír y pude separarme de él. Jane seguía dormida.

— Puedes quedarte a dormir si quieres — me ofreció Miller — cuando Jane se duerme no hay quien la despierte.

— No te preocupes, volveré andando a la residencia — no se porque le contesté eso. En verdad no me apetecía nada volver a esas horas de la noche. Y menos andando y sola.

— Amber son las dos de la mañana. No voy a dejar que vuelvas sola y andando — me dijo —. Así que tienes dos opciones — hizo una pausa para ver mi reacción, y prosiguió — O te llevo en coche a la residencia, pero me vas a hacer vestirme, bajar al coche con este frío y conducir a estas horas… — me miro con cara de angelito para darme lástima. Se notaba que esa no era la opción que quería que escogiera — Ooo… te quedas a dormir aquí. Tu escoges cuarto. —dio un paso hacia mi — te recomiendo el mio es el que tiene más espacio — se apartó y me dedicó una gran sonrisa de satisfacción.

Amber no te hagas la interesante, sabes perfectamente qué opción quieres elegir.

— Está bien, me quedo. Pero solo porque me daba mucha pereza volver a la residencia con este frío — respondí al final. Miller esbozó una gran sonrisa.

Bryan y Kate habían estado observando la situación. El primero tenía una sonrisa medio ladeada. Kate, en cambio, nos observó un segundo más con cara de asco y luego se fue a su habitación.

Retiro lo dicho, esta chica te odia Amber.

Bryan imitó a Kate, y tras desearnos buenas noches se encerró en su habitación. Miller me guió hacia la suya que se encontraba en el piso de arriba, a diferencia de las otras dos que estaban en el piso de abajo junto con el salón y la cocina. Estaba demasiado nerviosa, nunca había dormido con un chico a solas.

Era cierto que su cuarto era enorme. Tenía una cama de matrimonio en el centro de la habitación, con una gran ventana por la que se podía acceder a la terraza. En la parte izquierda de la habitación había un armario con puertas con espejo que hacía que la habitación se viera aun más grande. A su lado estaba la puerta de lo que supuse que era el baño. Miller abrió esa puerta y al ver lo que había dentro, me lo confirmó. Miré hacia la derecha y me dirigí hacia la gran estantería con trofeos y medallas. Me acerqué y cogí una de las medallas de oro que colgaban de aquel trofeo dorado.

— ¿Haces atletismo? — le pregunté tras haber estado unos minutos en silencio.

— Hacía — me respondió. Noté que se tensó enseguida. Se acercó a mí y me quitó la medalla de las manos volviéndola a dejar en su sitio. — Ya no practico, me dejó de gustar.

Parecía que no me estuviera diciendo la verdad, y también, que no quería hablar del tema. Supuse que por algo que le ocurrió, por lo que no quise insistir.

Avancé por la misma estantería y había muchos artículos de deporte enmarcados. Me paré en un pequeño póster. En él había un hombre con un micrófono haciéndole una entrevista a lo que parecía ser un atleta olímpico.

— ¿Este póster es de alguna película o algo así? — Miller giró la cabeza. Me miró y miró el póster.

— ¿No sabes quién es ese atleta? — me preguntó asombrado — ¿Usain Bolt? — me preguntó.

Mi cara sirvió como respuesta.

— ¿Nada?

— No

— ¿Michael Phelps?

— Ni idea

— Amber Smith, ¿de dónde has salido? —se llevó una mano a la cara — Entre esto y que no te guste el sushi, estás perdiendo oportunidades conmigo. Pero tendré que hacer la vista gorda — vaciló y le di un manotazo.

Seguí investigando, y para ser justos, cotilleando, y me detuve en la ventana. La abrí y salí a la pequeña terraza con una mesa y un par de sillas a juego. Me adelanté y me apoyé en la valla blanca que evitaba que cayeras al vacío.

— ¿Sueles salir mucho aquí fuera? — le pregunté cuando vi que salía detrás de mí.

— Algunas veces. En verano suelo utilizarla más. Ahora al hacer tanto frío apenas salgo — dijo encendiéndose un cigarro.

— No sabía que fumaras — le dije al verlo. No pude evitar mirarlo de arriba abajo. Se había puesto unos pantalones grises de deporte y una sudadera negra con el símbolo de las olimpiadas. Estaba especialmente atractivo. Me detuve en su cara, rezando para que no se hubiera dado cuenta del repaso que acababa de darle.

— Lo estoy intentando dejar, pero es complicado — comentó quitando la mirada y sonriendo. Se había dado cuenta, ¡mierda! Me puse roja al instante.

— ¿Te gusta el deporte no? — le pregunté señalando la sudadera. Y con intención de sonsacarle el porqué había dejado el atletismo. Por alguna razón quería saber más sobre él.

— Veo que te has fijado — me dijo con intención de que me diera cuenta de que me había pillado —. Sí, desde pequeño he practicado atletismo… — hizo una pausa y resopló —pero lo tuve que dejar — me reconoció.

Quedamos sumergidos en un silencio incómodo, que me pareció que duró una eternidad.

— Me gusta vuestro piso — cambié de tema. No quería que se sintiera presionado por contármelo. — ¿Lleváis mucho tiempo viviendo aquí?

— Yo me mudé al empezar la famosa carrera de derecho hace cuatro años. A Bryan lo conocí un año después y decidimos compartir el piso. Y Kate no tardó mucho más en llegar, vino dos meses después de Bryan. Ella se tuvo que ir de la residencia donde estáis Jane y tu… bueno más bien la echaron. — al decirlo apretó lo ojos y pude notar que se le había escapado, y que dijo algo que no podía decir.

— ¿La echaron? — pregunté confusa

— Bueno.. ehh.. si.. más o menos — se tensó — pero no puedo contar nada. Tendrás que preguntárselo a ella si quieres saberlo — me dijo —. O bueno, tendrás que darme algo a cambio — me dedicó una sonrisa ladeada con las cejas arqueadas. Sabía lo que insinuaba, y una vez más le di un manotazo. — Estoy empezando a pensar que crees que soy un saco de boxeo, no haces más que pegarme — bromeó.

Cuando se terminó el cigarrillo entramos dentro.

— Oye, eh..tienes.. eh.. — no sabía como pedirle que me dejara algo de ropa para dormir.

— Toma anda. ¿Pantalón largo o corto? — me dijo riéndose. Me tiró el largo al señalárselo. — ¿Quieres una sudadera? — parecía que me había leído la mente. Eso me gustó.

Me quede con la ropa entre las manos y quieta mirándolo a él y al rededor.

— ¿Necesitas algo más? — me preguntó confuso.

— ¿Puedes darte la vuelta? Voy a cambiarme — le respondí.

— En mi cuarto, y acatando órdenes. Estas perdiendo puntos querida Amber — vaciló.

Me empecé a cambiar al asegurarme de que no estaba mirando. Al tener la ropa puesta me dirigí a la cama.

— Hasta ocupas mi sitio, esto no está saliendo con esperaba — me dijo riéndose.

— Perdona, no lo sabia — dije moviéndome al otro lado — estoy acostumbrada a escoger siempre el lado izquierdo.

— No te hagas la inocente. Querías dormir en mi lado — me dijo entonces.

Le tiré la almohada en toda la cara. Él intentó devolvérmela pero la esquivé y al ver que se acercaba a la cama me levanté y me siguió por toda la habitación intentando cogerme para “devolvérmela”. Estábamos riéndonos tanto y, tan alto, que no escuchamos a Kate mandándonos callar desde abajo.

— ¡Queréis callaros ya! — entró Kate quejándose. Ambos nos sobresaltamos.

— Perdón por querer divertirnos Kate. ¡Deberías probarlo! — bromeó Miller.

Kate cerró de un portazo y nosotros nos metimos en la cama. Esta vez él en el lado izquierdo y yo en el derecho.

— Por cierto, gracias por dejarme quedarme hoy aquí — le dije tras unos segundos en silencio mirando ambos al techo.

— No hay de qué. Jane es como la Bella Durmiente, como se duerma no se despierta ni con una orquesta tocando a su lado — ambos soltamos una pequeña risa.

Yo me acerqué un poco más a él, aún tenía miedo por la película que habíamos visto.

— Buenas noches, Dann… ehh… Miller — se me escapó llamarlo así. No sabía que le habría parecido. Igual me había tomado demasiadas confianzas.

Quedó un silencio que a mí me pareció incómodo. Pero creo que solo fue mi sensación. Ambos quedamos espalda con espalda y nos dormimos, cuando de repente habló.

— Bueno noches, pequeña italiana — se rió.

Recomendar0 recomendaciones

Publicaciones relacionadas

Respuestas

¿Por qué registrarme?