Boina roja

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Ser mujer de guerra podría parecer lo más asombroso de mi vida, junto a la boina roja que llevo puesta, ambos aspectos me entusiasman. Mis días de paracaidista son un cúmulo de destellos que explotan como estrellas en el cielo, cada salto es una aventura del más allá, del universo mismo. Volar tan alto nunca había sido una posibilidad tan descarada en mi vida. Mi mejor salto es aquel que lanzo desde lo profundo de mi corazón. Las tinieblas son el depósito de la debilidad propia, que va más allá de mí. La emoción más tentadora del paracaidista es la muerte divisada como una eternidad pura. La fuerza de los vientos no son lo más normal. El sonido de los motores aceleran corazones. Hay un vacío que trasciende en el eco del alma. Sí, quizá sean sentimientos de una paracaidista, que salta con amor e ímpetu. El coraje recorre mis venas y sucumbe en lo más íntimo de ellas. La elevación celestial, con la terrenal, es un éxtasis divina. La caricia del entusiasmo juvenil del fusilero es esplendorosa. Te olvidas hasta de ti mismo, es sumergirse en la libertad suprema que Dios designa a sus hijos, aquella libertad donde los límites desaparecen. Los vientos recorren mi cuerpo pesado, la felicidad toca las puertas de mi ser y la emoción de las alas de plata en el pecho son indescriptibles. La dicha ya no es una opción, es una compañera de vida. Todo lo abominable se desvanece, el gozo se corona sobrenaturalmente. El sufrimiento se ve tan distante en el aire, como si se despidiera eternamente de mí. La plenitud y júbilo de la extraordinaria aventura son interminables. Soy tan soñadora que tengo la certeza de haber encontrado la pasión de mi existencia. «Las flores de amor del arte de volar», así llamo la experiencia que vivo. La inspiración y anhelo son más interminables que el infinito. De una cosa estoy más que segura, la boina colorada fue creada para mí y yo fui destinada para portarla. Lo maravilloso se queda corto. La emoción gozosa eriza la piel y renuncia a la mediocridad. Brincos de alegría indescriptibles se suceden con ilusiones llenas de inocencia. Disfrutar los vuelos es magnífico, es darlo todo o nada, yo prefiero morir volando que vivir desolada. La Patria me necesita como su fusilero paracaidista, sí, la boina roja es mía…

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