Ausencia

Las ausencias, son especulaciones del tiempo. Imágenes que se cruzan en el teatro de la memoria, delineando vida, con los infinitos filamentos del viento, que a su manera, crean pequeñas imágenes en cadenas de átomos, que nos lleva a acciones cotidianas, que van testificando en la realidad, pero que terminan en una seguidilla de recuerdos, casi inexistente.

Son instantes que la memoria estruja inconscientemente, para darle una vuelta a las tareas y madurar así, los retratos que ya nunca volverán a ser igual, porque el vacío es brutal y solo se logra seguir, porque existen las metáforas, que inventan los días, para que se respire la ausencia y aunque caminamos al borde de recuerdos, estos emergen cada vez más intermitentes, siguiendo la esperanza de una cercanía.

Son espectros y espejismos de nuestros propios lamentos. Un continuo viaje hacia el pasado, para copar de memoria, aquello que ya no es, que no estará jamás, nunca más….pero que se niega a desaparecer y va dejando un agua invisible en nuestro pasar, ahogando las necesidades afectivas y maltratando nuestro corazón con deseos, que se van extinguiendo con las estaciones del año.

Sabemos que las ausencias vienen y van, cargan siempre una lejanía y tiene un proyecto de partida anidado en el brazo, como alas que buscan otras costas, para rearmar un proyecto de vida que nunca fue, porque los sublimes momentos nunca llegaron y porque el apetecido instante de redención, fue solo una ilustración de nuestra mente, que prefabricó los momentos y creó una escena, que nunca se pudo vivir a fondo.

Son ondas que se lleva el tiempo por madrugadas, salpicadas de tristezas y estremecidas por el dolor de la distancia incomprensible. Aquello que está goteando sangre en alguna escala de la realidad, pero que no logra alimentar el regreso, porque hay una maraña de condiciones, que han copado los horizontes de una amarga niebla, que ciega de colores los imposibles.

Es la ausencia total, que el corazón no logra descifrar, hasta que un pequeño puente conecta la razón existencial con la razón pura y desde ese momento, no hay vuelta atrás. Las vidas se cruzan, se miran, se estrechan…y aunque salieron caminando de una senda diferente, en busca de otras realidades… lo que quedó, fue un conjunto de abrazos sueltos, besos redimidos, momentos, que se fueron y tapiaron de llanto el olvido…

Ya nada, ni nadie puede remediar la ausencia definitiva y el alma, que alguna vez amamos; que alguna vez rendimos tributo, porque somos la mezcla sacra de una tribu divina, que bajo del sol para dormirse junto a unos brazos, que tenían marcada en la piel, el destino insular de un marino errante, de mares desaparecidos.

Pero, ¿por qué las ausencias nos parecen tan atractivas cuándo ejercemos el cargo de poetas subcontratados para un romántico cuento que nunca existió?

Esa es la pregunta que intenta volver a la realidad los sueños; la búsqueda de una respuesta justa a la soledad fría del creciente otoño.

¿Somos hijos del rigor y siempre la ausencia nos acosó de soledad y nos arrastró a esquemas de vida solitario, donde no hay respuestas colectivas y un miedo fue adquiriendo razón para que la ausencia siempre nos rondará?

Son razones perdidas que los años van respondiendo con experiencias sentidas, con dolores nuevos y alegrías repentinas. Son los logros absurdos de cariño que va matando el tiempo con regalos dormidos y amaneceres diminutos, que no alcanzaron a levantar el sueño.

¿Serán los estúpidos anatemas de una sociedad imperfecta, que juega con pasión espectral en una ruleta de sinrazones, moralista y opaca?

Las respuestas pueden ser fáciles, pero existen muchas razones amontonadas en la vitrina del vendedor de libros, que se ha hecho sabio, leyendo titulares y medias páginas, que nadie comprende, pero que le permiten reinar en un mundo, donde ya nadie lee las copias falsificadas de nuestras vidas.

De ahí surgen estas historias tristes que hablan de ausencias, que van aumentando a cada paso que damos y que no nos permiten usar intercomunicadores para expresarle a alguien lo que llevamos dentro, aquello que quisiéramos expulsar para llegar a ese corazón ausente, ido, que ya nunca más podrá escuchar nuestra aterida voz…

Es la ausencia total. Es la voz que emite sonidos en la distancia que no puede llegar a su destino. Es la desesperante angustia de quien no quiere estar solo y rotulado por la soledad viaja por los asustados aullidos de una jauría de lobos, que apetecen el dolor…

Es la ausencia suprema. Aquella que ya no está. La que mira el horizonte y se pierde en el mar. La ausencia que viaja en el bus de nuestra historia, sembrando cada día más y más soledad.

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