Amarte hasta mis cenizas (1-3). 

Amandote hasta mis cenizas 2

***Primero que nada amores, les comento que he decidido mostrarle algunos de mis escritos, en especial esta novela que se puede decir, de autosuperación. Espero que les guste.

Cómo un extra, cada publicación irá con una tanda de tres capítulos.***

                                        Capítulo 1: El mensaje que lo cambió todo

Me encontraba acostada en mi cama, hacía frío y cómo no, si estábamos en pleno invierno, lo recuerdo perfectamente. No estaba de muy buen ánimo, me sentía dolida, tanto por mi corazón cómo por mi cuerpo, últimamente ocupaba el ejercicio para reparar el resto de los pesares que me atormentaban, sonreí de lado cuando comencé a leer aquella frase que cambió mi manera de vivir la vida de una manera extraordinaria, o más bien, la vivencia que abrió mis ojos con respecto al mundo que nos rodea, y es que dicen que del amor al odio hay un solo paso y tienen razón, en una parte.

No te odio, William, pero gracias a ti y a todo lo que viví a tu lado ahora soy la mujer que tienes enfrente, me ha costado, pero aquí estoy luchando cada día por ser una mejor versión de la que fui, de la que tuviste y no aprovechaste, porque sí, te amé y probablemente sigo haciéndolo, pero esa es una historia para otro día, ¿No?

La ironía de la vida, cuando pensé que podía alcanzar el cielo desde tus brazos, tú me soltaste sin siquiera avisarme, sin siquiera decirme, —Ey, no puedo estar más contigo, no te amo—, no… Sigo pensando en ti cada día, William, y aunque quisiera que todo volviera a ser cómo antes, en el fondo sé que lo quiero para no sentirme sola, a pesar de mis sentimientos hacía ti, fui yo quien te soltó y puedes hacer con tu vida lo que se te dé la gana, pero déjame en paz, no me hables, no me llames, no vuelvas a decir que me amas, porque la niña que creía ciegamente en cada una de tus palabras no existe más.

Esta historia es para ti, el amor más doloroso de mi vida, William.

Una rosa es suave y delicada, pero también cuenta con espinas afiladas para defenderse y no dejaré que sigas destruyéndome, necesito volver a florecer de las cenizas en las que me dejaste.

Mensaje William: Hola. —comentó aquel desconocido, William, se llamaba, dudé en responder, no lo conocía de ningún sitio, simplemente había respondido a una de sus publicaciones con aquellos retos que parecen fáciles, pero que tienen su pillería cuando comprendes bien el significado de cada oración. Terminé quedándome dormida, vi su mensaje cerca de las dos de la mañana, cuando desperté producto de la sed, me levanté al baño en busca de agua, la bebí casi de un sorbo, si qué estaba sedienta, apenas me acosté nuevamente, me quedé dormida sin prestarle mayor atención a su mensaje.

«Si hubiese sabido antes que ese mensaje causaría tantos cambios en mi persona, tanto dolor… un mensaje que pronosticaba un cambio, para mí, para mi vida, y también la vida de las personas que me rodeaban, pero en ese momento no lo entendí y deje pasar»

Desperté, lavé mis dientes, me coloqué el uniforme y me dirigí a la escuela, como de costumbre, allí reí con mis amigas que siempre tenían algo nuevo que contar, no como yo, que sabía perfectamente lo aburrida que era mi vida y solo me quedaba anhelar algún día hacer las cosas que ellas comentaban, sonreí de lado mientras soñaba despierta, eso nunca pasará Rebecca, nunca te lo permitirán. En la escuela chismoseamos e inventamos distintas suposiciones de distintas personas, realizamos todas las actividades pendientes que eran muchas, pues estaba terminando el semestre y los profesores siempre terminan atrasándose a pesar de tener todo planificado antes de empezar.

Mis días allí no eran muy complicados, eran cómo los de cualquier alumno, supongo…

Muchas veces nos saltábamos el desayuno y almuerzo para poder completar todo lo que teníamos faltante, el tener que trabajar duro para destacarnos sobre el resto era una parte de mi vida y de mi vocabulario y no es que se tratase de una competencia, si no que debemos esforzarnos para obtener buenos resultados cómo todo en la vida…

Cuando llegué a casa completé mi rutina de ejercicios como siempre hago, me gustaba hacerlo, era una manera de liberarme de todo lo malo que cargaba encima, de todos los problemas que tenía en mis hombros y de todo el peso que pusieron encima de ellos, literalmente desde que comencé a hacer ejercicio toda mi vida mejoró, mi autoestima, mi confianza, mi físico, literalmente todo.

Mensaje Rebecca: Hola. —decidí responderle a William una vez volví a ver mi teléfono y a darme cuenta de que no le había contestado nunca, sí, me sentí mal de alguna manera, él solo trataba de ser amable, ¿No?

Mensaje William: ¿Cómo estás? —respondió casi de inmediato, pero no sabía que más decir, o si seguir respondiéndole, es más, ni siquiera sabía quién era.

Mensaje Rebecca: Bien gracias, ¿Tú cómo estás? —pregunté mientras sonreía a la pantalla, no sabía que estaba haciendo, pero de igual forma lo hice, le respondí porque un impulso me hizo hacerlo, ni siquiera yo me entendía.

Dejé el teléfono a un lado para conectar un parlante y poner la música que tanto me gustaba, luego de eso realizaría ejercicio cómo cada mañana cuando me encontraba en casa, era mi manera de pasar las mañanas que no iba al colegio y la manera de sacar los malos pensamientos de mi mente, esos que parecían querer acabar conmigo, pero que por el momento se mantenían a raya.

Agradezco tanto cuando me decidí por esto, es cómo una nueva vida que estoy adoptando progresivamente y que cada vez parece encantarme aún más, solo esperaba no perder aquello, era lo que me daba calma entre tanto estrés que me perseguía en cada paso que daba.

Mensaje William: Bien también. —respondió él, no se demoraba ni siquiera tres minutos en demorarse para responder, cosa que volvió a provocar una sonrisa en mis labios. Vi su mensaje después de realizar mis ejercicios.

Mensaje William: ¿Qué haces? —agregó minutos después de enviar ese primer mensaje.

Mensaje Rebecca: Aquí descansando después de hacer ejercicio, ¿Y tú? —respondí a su mensaje adjuntando una cara sonriente con mejillas rojas, supuse que iba para la ocasión.

En uno de mis cuantas idas al liceo, un viernes que salía temprano, organizamos una pequeña junta con William, nos veríamos por primera vez, claro que ya llevábamos cerca de un mes conversando y la verdad es que nos sentíamos bastante bien, y había aprendido a tenerle afecto, aunque fuese un poco retraído y no quisiera contarme la mayoría de sus cosas, aunque seguía esperando a que sí lo hiciese.

                                                    Capítulo 2: Mi primer encuentro con él.

—Juguemos a algo. —mencioné cuando por fin decidíamos sentarnos en una plaza, después de estar más de media hora debatiéndonos entre sí y no.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó sonriendo, debo admitir que me encantó ver su sonrisa, además de sus ojos achinados que provocaron que mi cuerpo se estremeciera—. ¿Qué miras? —agregó poniéndose serio, no sabía si le molestaría o no lo que le diría.

—Me gusta tu sonrisa. —respondí mientras sentía cómo mis mejillas enrojecían de vergüenza, me sentí como si fuera una persona de cristal, no sabía si estaba bien o no sentirse así… con él—. Perdón, no sabía si te molestaría lo que diría, creo que mejor me quedo en silencio. —agregué bajando la cabeza y sin saber cómo reaccionar o qué decir de ahora en más.

—Tranquila, es solo que a mí no me gusta mucho sonreír, pero no entiendo cómo me salió natural contigo. No quise que te sintieras mal ni mucho menos. —comentó, no pude evitar sonreír con sus palabras, aunque aún no me atrevía a mirarlo… él por su parte, levantó mi barbilla para que mis ojos dieran con los suyos—. Te ves hermosa cuando sonríes. —agregó volviendo a sonreír.

Estuvimos por un largo rato conversando de la casualidad que tuvimos de conocernos por una red social, nunca imaginé juntarme con alguien que no conocía y que me sentaría sin ningún tipo de protección pensando en que algo podía salir mal, además conversamos de su familia, de cómo vivía, de las muchas veces que se ha cambiado de sitios, entre otras cosas que me parecían interesantes sobre él y que seguro yo nunca sería capaz de hacer.

—Definitivamente has realizado muchas más cosas que yo. —comenté sonriendo, él también lo hizo y nos sentimos bien, nunca me había sentido así con nadie.

—Seguramente piensas que soy interesante, pero creo que es algo que todos deberíamos realizar. —mencionó—. No te sorprendas de lo que hago. —agregó—. Algún día tú también podrás hacerlo. —agregó nuevamente.

—Lo sé, pero nunca he hecho algo diferente a lo que mis padres aceptan. —respondí sonriendo, estaba un poco sonrojada, me daba un poco de vergüenza comentar cosas de mi vida frente a él, sentía que nos conocíamos tan poco, pero a la vez teníamos cosas que nos complementaban, o algo así—. Siempre he sido cuadrada respecto a lo que debo y no debo hacer y eso a veces me aburre un poco. —agregué.

—No te imagino rompiendo las reglas, eres demasiado buena para romper las reglas. —mencionó sonriendo, lo había dicho cómo en un tono entre risas, pero no pareció nada burlesco. Asentí en respuesta.

—Creo que sí. —respondí—. Hace calor. —mencioné mientras me levantaba de la banqueta en la que nos encontrábamos para quitarme la chaqueta que llevaba puesta.

—Sí, ¿Quieres un helado? —mencionó sonriendo y levantándose detrás de mí—. Sé que casi entramos en invierno, pero no nos hará mal un helado, ¿O sí? —agregó nuevamente, está vez me miró con unos ojos que parecían penetrar mis ojos, me sentí incómoda por unos segundos.

—Em… bueno. —respondí sonriendo avergonzada, no tenía idea si es que me estaba invitando a un helado o si solo quería que tomáramos un helado, en todo caso no dejaría que pagara el mío.

— Tranquila, no pasa nada. —mencionó—. No tienes porqué ponerte rojita. —agregó y me puse aún más roja, sonreí por lo bajo, pero mi vergüenza no pasó, es más siguió aumentando.

Caminamos hasta llegar a una tienda de helados y otros dulces, ambos escogimos lo que queríamos, y también ambos pagamos, porque no me gustaba mucho que los demás pagaran por mí, a menos que no tuviera dinero y a menos que enserio no tuviera dinero, llámenlo cómo quieran, pero, tal vez, aquella cuestión provocaría ciertos cambios en la manera en que William me miraba, y sí, lo digo enserio.

Cuando llegué a casa le iba a comentar a Will, sí, lo sé, muy pronto para usar cualquier tipo de abreviatura para su nombre, pero es que en verdad siento que las cosas con él son tan simples, llámenlo admiración, aprecio, cómo quieran. En fin, le comenté lo mucho que me había gustado verlo y compartir con él, pero él lo había hecho mucho antes, parecía que nos entendíamos muy bien y eso me hacía sentir bien, mucho más de lo que me había sentido hace mucho.

Me apresuré a leer su mensaje.

Mensaje William: Me encantó este día, espero poder repetirlo pronto. —mencionó William, enviando también una carita sonriente y un corazón rosa.

Mensaje William: Espero que no te pongas incómoda. —agregó, sonreí con su mensaje.

Mensaje Rebecca: A mí también me encantó, claro que lo repetiremos. —respondí, nuestras vidas se habían cruzado por casualidad y ahora nos estábamos volviendo amigos, cosa que me llenaba de felicidad, por qué tal vez sentiría algo más que solo esto, supongo, no estoy muy segura.

Mensaje William: Creo que me iré a dormir, mañana tengo que trabajar. —escribió el chico con el que había pasado una de las mejores tardes en mis últimos años, claro que entendía eso, y claro que yo también tenía mucho sueño, mañana era un día en el que podría levantarme tarde, pero obvio, no tenía que hacerlo, tenía que compensar el ejercicio que no había hecho hoy.

Mensaje Rebecca: Yo también me iré a dormir. —respondí, mi cuerpo se sentía exhausto y lo comprendía, no soy mucho de hacer estos planes, últimamente prefiero más dormir, quedarme en casa escuchando música o haciendo ejercicio, fue fácil quedarme dormida después del día ajetreado que tuve y después de todo lo que mi corazón había sentido, o creo haberlo hecho.

La presencia de William en mi vida había llegado de manera inusual, pero hasta el momento no creo haberme equivocado con ello, no me arrepiento de todo lo que estoy comenzando a sentir. ¿Si me da miedo? Claro que sí, estoy completamente aterrada, pero tal vez esta es la decisión correcta, quizás ha llegado la hora de que pueda ser feliz junto al hombre que creo conveniente.

Al día siguiente mis padres preguntaron por qué había llegado más tarde de lo normal, respondí que me había quedado con unas amigas comiendo y paseando por una plaza de la ciudad donde estudiaba, y aunque, ellos no me habían creído mucho al inicio, logré convencerlos, terminaron entendiéndolo, aunque me sentía mal cuando decidí mentirles, pero sabía que era algo necesario para mí tratar de romper las reglas de vez en cuando.

Llegó el momento en que William tuvo que ir a mi casa a conocer a mis padres y familia, sólo fue cómo amigo, claramente, no quería que en mi casa se armara la segunda batalla de troya, pero ambos sabíamos que nuestros corazones sentían algo más, o por lo menos el mío sí lo sentía, quería estar con él y demostrarle mi afecto, cómo mi corazón latía con fuerza cada vez que se acercaba y claro, luego de vernos por más de dos meses a escondidas era más que obvio que comenzaría a sentir este tipo de confusión.

Esta manera tan fácil de conocernos, la manera en la que compaginamos juntos, es cómo si el destino hubiese querido que ese día nos conociéramos y comenzáramos a escribir esta historia que llevamos juntos hasta el momento.

Estaba dudando de decirle a mis padres que Will vendría, después de todo lo tomamos a modo de juego, le dije que mis padres eran muy especiales en cuanto se tratase de que un hombre amigo mío viniera a la casa. Cuando lo vi aparecer por la puerta mi primer pensamiento fue, «Llegó William» y mi corazón comenzó a latir con fuerza, tratando de escapar de mi pecho y correr en su búsqueda, «William, te estás convirtiendo en todo para mí» volví a pensar. Mi madre se enojó al instante porque no le había avisado y con justa razón debo admitir, pero tenía miedo de que pusiera alguna excusa o que comenzaran con sus interrogatorios que no venían al caso, pues Will y yo éramos solo amigos, hasta el momento.

                                                        Capítulo 3: Su visita a mi casa.

—¿Almorzó, William? —preguntó mi madre con un tono simpático que apenas yo le creía, pero sabía perfectamente que estaría en problemas después de que él se marchara a su casa.

—No. —comentó él algo nervioso, se supone que debía ponerse así con mi padre, no con mi madre, pero no quise comentar nada, solo sonreí, porque la verdad de las cosas es que me encontraba en las mismas condiciones, no quería ni siquiera mirarle la cara a mi madre pensando en que tal vez me diría algo o me miraría de aquella forma en la que sabes que hiciste mal.

—Sirve almuerzo, hija. —me dijo mamá, mientras salía de la cocina dejándome sola con William, él me miró y sonrió, yo hice lo mismo mientras mis mejillas enrojecían lentamente hasta el punto en que toda mi cara estuvo del color de un tomate.

—¿Cómo está? —le pregunté cuando terminó de comer, él me miró medio nervioso, de la nada apareció mi hermano pequeño, Alex, creo que quería jugar con William, pero no estaba segura de si él también quisiera ocupar su tiempo jugando con un niño pequeño.

—Está rico. —mencionó—. Creo que quieres jugar, ¿No? —preguntó a mi hermano, Alex, él asintió y salió a buscar algo, aunque no sabía que quería, pero más menos me hacía una idea. No alcanzó a demorarse un minuto y volvió con un balón de futbol, por lo menos a mí también me gustaba—. ¿Quieres ir? —me preguntó.

—Sólo si tú quieres. —respondí sonriendo, él asintió y ambos nos levantamos de nuestras sillas para salir junto a mi hermano, llegamos al patio y mi hermano le lanzaba a él, mientras yo trataba de quitársela, sorprendentemente, trató de besarme más de una vez mientras jugábamos, y yo, aunque, también lo quería, me negaba a hacerlo, mi madre podría vernos, incluso Alex podría acusarnos con mi padre y no quería problemas, tampoco malentendidos.

—Tranquilo. —mencioné apartándome un poco de él. Nuestras miradas se unieron en un momento muy mágico y lindo que seguramente recordaré por el resto de mis días, lo que sentí fue tan diferente a todo lo que había sentido antes, y me daba miedo, mucho miedo porque no quería seguir sufriendo, no quería pasar lo mismo otra vez y es que esa mala suerte en el amor me perseguía a donde fuera.

—Quiero probar tus labios, es cómo si me incitaran a besarlos. —comentó provocando que mis mejillas enrojecieran, no entiendo cuál es el poder que tiene para ponerme así tan rápido, se supone que ya nos conocemos desde hace un tiempo y que estas reacciones de mi cuerpo deberían haber pasado ya.

—No se puede. —mencioné. Acababa de llegar una tía a la casa, Alex fue enseguida a saludarla, luego siguió jugando con nosotros, sabía que no se nos despegaría y en parte, creo que era por eso por lo que no quería responder a su beso—. ¡Está mi hermano! —mencioné cuando intentó hacerlo nuevamente.

—Eres tan hermosa… cómo te lo dije, es cómo si tus labios me incitaran a pecar en tu propia casa, con tu familia bajo nuestras narices. —susurró en mi oreja provocando escalofríos en mi cuerpo, ni siquiera sabía que significaban sus palabras, o estas reacciones que estaba teniendo a cada uno de sus estímulos.

—Y tú dices muchas mentiras, William. —mencioné, nunca me sentí hermosa, pero estaba aprendiendo a amar mi cuerpo tal y cómo era, aun así, no me gustaba echarme tantas porras—. No soy tan hermosa o bonita cómo insinúas. —agregué sonriendo y quitándome de su alcance.

—Mentiras te dicen tus ojos, eres demasiado hermosa y deberías creértelo también. —respondió mirándome a los ojos, inmediatamente bajé la mirada, me hacía sentir diferente, no podía mantener por más de un minuto nuestras miradas, sentía que podía tener libre disposición de mi ser con solo mirarme a los ojos.

—Si lo repites muchas veces me lo terminaré creyendo. —comenté sonriendo mientras me escapaba de su agarre, me soltó y seguimos jugando cómo si nada, pasaron cerca de diez o quince minutos y comenzamos a jugar a las escondidas, no pensé que alguien cómo él quisiera jugar conmigo y con mi hermano al escondite, digo, él tiene veinticuatro años.

—Haré que te lo creas y no dejaré de repetirlo. —aseguró mientras volvía a abrazarme, Alex era quién llevaba la cuenta para atraparnos, decidimos escondernos juntos, bueno, él me siguió, solo para seguir diciéndome lo hermosa que estaba.

—¡Vengan a comer algo! —gritó mamá desde la cocina, los tres fuimos para allá, nos sentamos en las sillas y comenzamos a comer, William sacó algo de su mochila, era un chocolate que había traído para regalármelo, lo abracé en forma de agradecimiento, y él me dio un beso en el cuello, nos quedamos mirando fijamente, parecía que esta vez, de verdad íbamos a besarnos.

—¿Puedo comer chocolate? —preguntó Alex. Ambos nos separamos y sentamos cada uno por separado en el sillón, William comenzó a hablarle a mi hermano de un juego que jugaba, quedaron en que iban a agregarse para jugar juntos, pero el teléfono de mi hermano estaba descargado, lo mismo con el de William.

—Puedes ir a poner en carga el teléfono de Will, Alex. —comenté esperando que mi hiciera el favor—. Vamos, y te dejo el resto del chocolate para ti. —agregué.

—¡Siempre yo! —gritó mi hermano—. ¡Lo único que quieren es besarse! —gritó nuevamente, mi tía estaba afuera y escuchó aquellos gritos de mi hermano, ahora quizás que mierda pensarían.

Will y yo sonreímos por las ocurrencias de Alex, aunque ambos sabíamos que no solo eran ocurrencias, al contrario, toda la tarde había buscado cualquier oportunidad para besarme, pero no lo hacíamos por la presencia de mi hermano, seguimos cada uno en lo suyo, me recosté en el hombro del William, sentía algo tan bonito al estar tan juntos, que mi corazón se llenó de alegría y pude sentir cómo él suspiraba con alivio y, por un momento, pensé que se sentía igual que yo.

Pasó alrededor de una hora, y llegó mi padre, pensé que se enojaría, ya que no sabía que William vendría hoy de visitas, creo que tampoco tenía muy claro de quién se trataba, aun así, lo saludó caballerosamente, lo que más me gustó fue la forma tan respetuosa en la que Will se levantó para saludarlo también, esperaba que ellos se llevaran bien.

El momento se volvió algo incómodo cuando ninguno de los dos parecía querer comenzar a hablar, cosa que me hizo temblar, parecía que William tenía algo de miedo o nervios de enfrentarse de esta manera tan inesperada con mi padre y eso que solo somos amigos, no puedo imaginarme que haría si algún día llegamos a ser novios. No es que me estuviese adelantando mucho, simplemente creo que eran las señales que me estaba dando este chico que tenía a mi lado. 

Recomendar0 recomendaciones

Publicaciones relacionadas

0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios

¡Descubre los increíbles beneficios de esta valiosa comunidad!

Lector

Escritor

Anunciante