2. La casa de los Hernández 

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Hace muchos años, en un pequeño pueblo enclavado en una solitaria montaña, vivía una familia conocida como los Hernández. 

Eran una familia aparentemente normal y feliz, conformada por el padre, la madre y sus dos hijos gemelos, Marta y Carlos.

Sin embargo, detrás de esa fachada feliz se escondían oscuros secretos. La madre de los gemelos, Isabel, sufría de trastornos mentales y su salud empeoraba cada día. 

Temeroso de que alguien descubriera la verdadera situación, el padre, Andrés, había construido un sótano bajo su hogar donde encerraba a Isabel.

Marta y Carlos, aunque eran jóvenes, sabían algo no estaba bien con su madre. 

A menudo escuchaban sus lamentos y susurros desde el sótano, pero su padre les prohibía acercarse a él. La tensión y el misterio en el hogar aumentaban día a día.

Una noche lluviosa, mientras Marta y Carlos jugaban en su habitación, escucharon un grito desgarrador proveniente del sótano. 

Temiendo lo peor, decidieron desafiar las órdenes de su padre y se aventuraron por las escaleras hacia el sótano oscuro y húmedo.

Al bajar, quedaron horrorizados al presenciar la tragedia que se desarrollaba ante sus ojos. Isabel, desesperada por liberarse, había logrado escapar de su encierro y cayó sobre el suelo de piedra con un grito de agonía.

 El padre, Andrés, estaba allí, con una expresión de furia y locura en su rostro, sosteniendo un objeto afilado manchado de sangre.

Antes de que pudieran reaccionar, Andrés se abalanzó sobre ellos, exclamando que nadie debía conocer su oscuro secreto. Marta y Carlos corrieron frenéticamente tratando de escapar, pero Andrés los persiguió cruelmente por los pasillos de la casa, apuñalando el aire con violencia.

En medio de la confusión y el pánico, Marta logró llegar a su habitación y encerrarse dentro. 

Desde allí, pudo escuchar los gritos de su hermano y el sonido de una lucha desesperada. El suspenso se apoderó de ella cuando el silencio finalmente cayó.

Después de un tiempo angustiante, Marta encontró el valor para salir de su escondite y explorar la casa. Pero lo que descubrió la dejó sin aliento.

 Los cuerpos sin vida de su padre y su hermano yacían en el suelo, bañados en sangre.

Llena de tristeza y devastación, Marta huyó de la casa y del pueblo, llevando consigo los terribles recuerdos de aquella fatídica noche. 

Desde entonces, nadie ha vuelto a ocupar la casa de los Hernández, y muchos aseguran que, si te acercas lo suficiente en la oscuridad de la noche, puedes escuchar los lamentos de los gemelos y los susurros del trágico pasado.

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